CONCHA JUAN BEAUTY SPA

Llevamos un estilo de vida tan acelerado que muchas veces dejamos a un lado el bienestar y el autocuidado. Pero también es necesario aprender a parar y establecer rutinas en las que escuchar a nuestro cuerpo y prestarle la atención que merece. A fin de cuentas, nos va a acompañar toda la vida… Conocerlo pasa por aceptarlo, tratarlo con amor y respeto, dedicarle tiempo y mimo.

Para eso cuento con las manos expertas del equipo de Concha Juan Beauty Spa. Se han especializado en rituales spa capaces de parar el tiempo con experiencias a través de los cinco sentidos. En mi cita con ellas disfruto del relajante Îles Pacifique, un nuevo masaje que consigue crear una experiencia de bienestar única.

Me recibe Ivana con su dulzura. Ha cogido las riendas del spa de la mano de Concha Juan, su madre y fundadora de este espacio wellness en el centro de Castelló. De ella no solo toma el relevo del negocio, sino que hereda también toda una filosofía basada en el bienestar y el equilibrio emocional de sus clientes. Su profesionalidad y cercanía inspiran la confianza necesaria para perderse con las técnicas ancestrales del mundo, de la mano de la prestigiosa firma Thalgo.

Cuando paso al pequeño remanso de paz empieza la verdadera experiencia. Una acogedora y tranquila decoración acompaña una iluminación cálida. Todo marida a la perfección con la agradable temperatura templada de la cama, en el centro de la estancia, que invita a quedarse.


Allí me explican en qué consiste el ritual Îles Pacifique, uno de los tratamientos inspirados en los 5 océanos del mundo. El primer paso de esta escala en Bora Bora es el exfoliante de arena blanca, sal marina, cáscaras de coco y aceites vegetales, que nutre y exfolia delicadamente la piel.

Y la magia llega con el masaje relajante Mahana con pindas de arena caliente. Emulando el movimiento de las olas, los movimientos envolventes mecen mi cuerpo. La manipulación está inspirada en la técnica Lomi-Lomi, con movimientos lentos y reconfortantes de antebrazos que proporcionan sensación de evasión, descanso y desconexión.

¿Sabéis que son las pindas? Unos saquitos con arena de las mejores playas de Tahití que forman parte del masaje. La arena caliente emula el abrazo de los rayos del sol para transportarme directamente a las playas del Pacífico a través de los sentidos.

Me abandono a las manos expertas de la masajista con una relajación absoluta capaz de calmar, regenerar y embellecer el cuerpo para conectar con él a través de las sensaciones.

Menudo pequeño paraíso tenéis aquí montado”, comento con Ivana cuando termina el ritual. Es la mejor descripción que se me ocurre para una experiencia que hay que vivir, porque intentar explicarla resulta imposible.

 

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