Entrevista a Laura Peñarroya

Entrevista con
Laura Peñarroya

Laura Peñarroya, una abogada con una gran experiencia tanto en el sector público como en el privado, ha desarrollado una larga trayectoria en la que su principal objetivo siempre ha sido ayudar a las personas. Ahora, con su propio despacho, trabaja en casos de derecho civil y penal, especialmente en asuntos de familia, con un enfoque centrado en llegar a acuerdos que beneficien a todas las partes.

Para conocer mejor tu historia, háblanos de tu trayectoria profesional hasta el momento.

Después de graduarme en Derecho y completar un Máster en Dirección y Gestión de Empresas, tuve la oportunidad de trabajar en una fundación dedicada a la rehabilitación del patrimonio histórico, donde ascendí a gerente en poco tiempo. Durante esos años, también trabajé en la administración pública, en el gabinete de Presidencia de la Diputación, fue Directora General de Producción Agraria de la Generalitat, y finalmente dirigí el Gabinete de la Consellera de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente también  de la Generalitat. Paralelamente, durante todo este tiempo nunca dejé de formarme. Realice varios  cursos de Postgrado, uno concretamente en Derecho de Familia, un Máster en Práctica Jurídica y participé en numerosos seminarios relacionados con el ámbito jurídico. Después de años de servicio público, decidí volver al ámbito privado y montar mi propio despacho de abogados.

¿Cuál es la diferencia entre trabajar en instituciones públicas y tener tu propio despacho?

Yo siempre creí que la política sería una parte importante de mi vida, pero también sabía que acabaría regresando a mi verdadera vocación, ejercer la abogacía. Además de ocupar diversos cargos en la administración pública, fui concejal de Forcall, porque disfruto trabajando para el beneficio de la comunidad. Siempre he tenido un espíritu luchador y los que nos dedicamos a la abogacía nos enfrentamos diariamente a los problemas personales de nuestros clientes. En realidad, creo que esa vocación tiene la tiene la misma raíz, el intentar ayudar a los demás, ya sea a traves de la política, como servicio público, o a través de la abogacía. Al fin y al cabo, la abogacía es un trabajo muy vocacional y, por lo tanto, volver tampoco me supuso demasiado cambio.

¿Qué te aporta toda esa experiencia en instituciones públicas o en servicio público a la hora de lidiar con tu trabajo actual?

Creo que toda mi experiencia en el servicio público me ha enseñado que mi objetivo es estar al servicio de los ciudadanos. Ver cómo mi trabajo puede cambiar e impactar de forma positiva en la vida de las personas es una gran recompensa. Todo ello me ha ayudado a implicarme de manera personal, quizá muchas veces demasiado. Mis clientes tienen mi número de teléfono móvil, algo poco común en el mundo de la abogacía. A veces, esta cercanía puede ser abrumadora, pero tiendo a empatizar mucho con ellos porque siempre he sentido que mi carrera profesional, tanto en el ámbito público como en el privado se impulsaba por una mismo objetivo que no es otro que el de  mejorar la vida de las personas.

¿Cómo es la relación con tus clientes?

La relación con mis clientes es bastante personal  aunque, evidentemente, manteniendo la distancia suficiente para saber que mi trabajo es fijar la mejor línea de defensa para los intereses personales de estos.  Muchos compañeros creen que es mejor marcar con claridad las distancias con los clientes, marcar claramente los límites en la relación abogado-cliente, pero especialmente en casos de derecho de familia, que es en lo que estoy especializada, estos límites son difíciles de fijar sin más. 

Para mí es importante escuchar y empatizar, porque es una parte muy importante de nuestro trabajo, especialmente, para los abogados que nos dedicamos al derecho de familia. Por eso, este despacho ofrece esa parte humana, porque necesitan contártelo todo para saber qué es importante y qué no. Mi filosofía es acompañar a mis clientes en su viaje, centrándonos en lo que realmente importa para ellos y dejando de lado lo que no es relevante para su caso.

¿En qué te especializas?

En este despacho, sobre todo, nos especializamos en el ámbito civil y penal. Esos son las dos áreas más importantes que venimos desarrollando.  Dentro del derecho civil, que es muy extenso, estoy especializada en derecho de familia. Son muchos los asuntos  de los que nos ocupamos  en esta área concreta, desde divorcios, separaciones de mutuo acuerdo o contenciosas, regulación de las relaciones paterno- filiales, modificaciones de medidas definitivas, el derecho de alimentos a los niños, las ejecuciones por impago de pensiones de alimentos o por el  incumplimientos de los convenios etc. Además en este despacho, como abogado canonista estamos habilitados para presentar causas de nulidad ante los Tribunales eclesiásticos. También nos encargamos de asuntos relacionados con sucesiones, testamentarias, accidentes y reclamaciones de indemnización. En cuanto al derecho penal, me especialice  en casos de violencia de género, que también está estrechamente relacionado con el derecho de familia.

¿Algún caso concreto te ha marcado en especial?

Desgraciadamente, sí. Sobre todo los temas de familia son  temas muy sensibles. Ejemplos muchos, desde un padre que pudo recuperar la relación con sus hijos, o a una madre que conseguimos que su hija regresara a este país después de que su padre se la llevará sin autorización al extranjero. Acompañas a tus clientes en el proceso. Son casos fuertes que has vivido con ellos y que, a la vez, se vuelven frustrantes porque los procesos en los tribunales son muy lentos. Además, yo suelo decir que la mejor sentencia en familia es el peor de los acuerdos que tú puedas firmar. Por eso siempre soy proclive a llegar a acuerdos. Me parece muy importante hacer todos los esfuerzos posibles para que haya un acuerdo entre las partes, aunque ambas hayan tenido que ceder. 

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