Mi primera visita al salón VANESA HERREROS

Es un viernes cualquiera, aparentemente sin nada que celebrar. Aunque, pensándolo mejor… cualquier motivo es bueno para celebrar y nos hemos propuesto aprovecharlo. La pandemia, el confinamiento y las restricciones empiezan a hacer mella en nuestro ánimo y parece que las malas noticias acaparan los titulares durante demasiado tiempo. Necesitamos desconectar y encontrar un momento para nosotros. Necesitábamos un cambio, de esos que los demás percibirán por fuera, pero del que nosotros saldremos renovados y con ganas de comernos el mundo.

Hoy es un día especial. Quizás hasta hace poco más de un año ir a la peluquería hubiera sido algo rutinario, pero ahora, con días resumidos en el binomio casa-trabajo, es una pequeña vía de escape que queremos disfrutar. Porque ahora, más que nunca, vivir y disfrutar los pequeños detalles es lo que marca la diferencia.

Hoy me he puesto ese vestido para el que no había encontrado una ocasión y he sacado la máscara de pestañas del neceser tras varias semanas. Hoy tengo cita en el salón de Vanesa Herreros y no voy simplemente a la peluquería… voy a vivir la experiencia.

Abro las puertas e inmediatamente me envuelve esa luz cálida y especial que inunda el salón de paredes blancas, pulcras y frescas pero acogedoras, un espacio especialmente luminoso y amplio que transmite la calma que buscaba esta mañana. Vanesa Herreros me recibe personalmente y me invita a pasar. No está sola, pues pronto uno de los profesionales del salón se acerca con una sonrisa que adivino debajo de la mascarilla y se ofrece para guardar mis cosas. Por una vez, dejo el móvil en el bolso y me dejo conducir a la sala donde empiezan a mimarme.

El frío y el estrés de los últimos meses han dejado mi cabello apagado y seco; pero todo esto no hace falta que lo explique. En la peluquería de Vanesa Herreros conocen el estado de mi pelo y me recomiendan el tratamiento que más se adapta a mis necesidades. Yo me dejo asesorar y me relajo en uno de los sillones de la zona Touch Therapy.

Esa primera sala es mi lugar favorito, una especie de oasis para el relax donde no piensas en los relojes. Una de las peluqueras, casi entre susurros, me explica qué tratamiento me va a aplicar y qué beneficios aportará a mi cabello. En esta sala la luz es tenue y la música suave. Las proyecciones de destinos de ensueño me transportan a lagos de aguas cristalinas. A la vez, un aroma a menta se funde con el profundo frescor que invade mi cabeza bajo unos dedos firmes pero delicados que masajean expertos. Esa agradable frescura contrasta con el placentero contacto de unas toallas calentitas, que abrazan mi cabeza en este ambiente de calma y, sin darme cuenta, sonrío.

Mi pelo ya está limpio, hidratado y acondicionado con productos orgánicos que respetan tanto mi cabello como el medio ambiente, y eso me encanta. Una gran marca como I.C.O.N. me da la garantía de los valores y resultados que busco, y Vanesa Herreros es salón Flagship de la firma.

Pasamos a una segunda zona más desenfadada, donde se combina la profesionalidad con la cercanía de sus trabajadores. Esa luz tan característica es de nuevo la protagonista de esta nueva área de trabajo, con nuevo ambiente, nueva música y un simpático ajetreo que me devuelve al mundo real.

Es el turno para el styling, los acabados perfectos después de mi tratamiento especial. También ahora sigo los consejos de la profesional que me ha acompañado durante todo el proceso y que combina su formación con mis peticiones.

Mi pelo está brillante y natural, y yo, lista para empezar otra vez con energías renovadas después de esta pequeña pausa. Sin duda, mi visita al salón ha sido toda una experiencia. Y volveré…

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