PABLO MOLINERO

Hablar de cultura con un artista de la talla de Pablo Molinero es todo un lujo. Este artista castellonense está en la actualidad en el candelero del audiovisual español y su carrera profesional no deja de crecer a un ritmo frenético de producciones. Su nombre resuena en títulos como la exitosa serie La Peste o grandes proyectos de cine como El verano que vivimos. Pese a la fama y el éxito que experimenta por su trabajo en el audiovisual, después de años sobre los escenarios con su compañía Los Corderos, su cercanía y sencillez marcan la conversación.

El 6 de noviembre se estrena en cines El verano que vivimos, ¿cómo ha sido participar en este proyecto?

Ha sido muy interesante porque era un proyecto que, por un lado me proponía un reto, el de encarnar a un jerezano, algo que no había hecho nunca y me suponía un reto interpretativo que me interesaba y todo el arco emocional del personaje. Y por otro lado ha sido una gran producción en la que has de trabajar sin sentir esa presión, y eso también es un reto interesante. No había trabajado nunca con este director, Carlos Sedes, y me ha gustado mucho cómo nos empuja a que nos sorprendamos en toma, y le sorprendamos a él y a los otros actores. A nivel humano, el equipo en general, y en concreto el equipo artístico, hicimos muy buena piña. Ha sido una muy buena familia, que además teníamos que crear, porque esa química se tenía que ver en la pantalla. Y vivimos unos momentos muy bonitos allí en Jerez.

¿Cómo la recomendarías al público?

El amor mueve el mundo. Esta película habla de una gran historia de amor que sobrevive al tiempo, que de alguna manera es de las pocas cosas que trascienden al ser humano. Todo lo que concierne con lo humano es finito, pero el amor sí que vence al tiempo. Y esta película habla de esto. El amor ha acompañado a la humanidad durante toda su existencia y es algo inherente a nosotros y sumergirte en una historia así, que aunque parece que sea de otro tiempo, no lo es… me parece que pueden existir grandes historias de amor también hoy en día.

¿Crees que la gente tenía ganas de volver a los cines?

No sé lo que sentirá la gente. Pero yo voy bastante al cine y he de decir que es una gozada. No tienes a nadie al lado, ahora hay más espacio. Es un sitio híper seguro, porque todo el mundo mantiene las distancias de seguridad. Yo siento que he estado mucho tiempo encerrado con muchas restricciones y a mí me apetece hacer vida social y hacer vida cultural, para mí es una necesidad. No sé cómo responderá la gente pero yo le animo a que lo haga, porque realmente hay pocos sitios tan seguros.

La situación de la cultura en general es muy delicada actualmente. Tú conoces además tanto la vertiente audiovisual como los espectáculos en vivo, ¿cómo vives esta era covid?

Con un poco de preocupación. Es verdad que es un mal momento para cosas que tienen que contar con el público, pero también creo que una de las capacidades del ser humano es la adaptación. No hay que tener miedo, lo que tenemos que hacer es adaptarnos. Lo hemos hecho durante toda nuestra historia. El teatro, los conciertos, etc. quizás son los que más están sufriendo, pero me parece que están haciendo una gran adaptación para poder llevar a cabo sus espectáculos. Me parece que la Administración podría ayudar en esta adaptación y no ser tan rígidos, plantearse prioridades y evaluar qué ayudar. Para mí, la cultura es algo prioritario y creo que mucha gente también lo piensa. Tiene que haber maneras de echarle una mano en estas situaciones; y no me refiero a grandes ayudas sin fondo, sino ver cómo podemos organizarnos. El audiovisual es diferente. Me parece que hay muchas películas que se están retrasando, pero hay muchos proyectos de series para plataformas, y es una maquinaria que ahora mismo es muy difícil de parar porque mueve mucho volumen de trabajo, hay mucha gente implicada y están encontrando la manera de hacerlo, con muchas medidas, eso sí.

En los últimos meses la gente ha pasado mucho tiempo en casa y las series de televisión han sido grandes aliadas. Entre ellas La Peste, un verdadero furor, ¿cómo valoras tu experiencia en esta gran producción de Movistar +?

Para mí ha sido el regalazo de mi segunda vida artística. Yo tengo una larga trayectoria en los teatros, con la compañía Los Corderos; pero al hacer La Peste, por un lado, he aprendido muchísimo de todo lo relacionado con el lenguaje audiovisual, de la mano de Alberto Rodríguez. Y, por otro lado,  me ha dado una oportunidad. Cuando era más joven hice alguna cosa del audiovisual en Valencia, pero luego mi vida fue por otro lado, más relacionada con el teatro. Siempre pensé que lo del cine ya me tocaría en otra vida, porque en esta no da tiempo a muchas cosas. Hacer La Pesteme ha posibilitado poder probarlo en esta vida. Eso también me ha abierto puertas a otras pruebas, otros proyectos, a probar y a seguir aprendiendo en este mundo del audiovisual. Además, también ha sido una experiencia brutal a nivel artístico y profesional. Cuando esa gran familia que es el equipo te acoge, con un nivel tan alto de calidad pero a la vez con un nivel tan humano, de tú a  tú, me parece una maravilla. Fue muy dura porque trabajábamos mucho y fue un gran reto, pero la verdad es que gocé aquel trabajo. Y ahora lo veo y es uno de los trabajos que más me gustan.

La acogida también ha estado a la altura de la calidad.

También hay algo de lo que no sé si somos muy conscientes… La Peste ha marcado una nueva etapa de hacer otro tipo de series. Antes había una producción de series mucho más generalista. En cambio, con La Peste, supone la entrada a otra vida, como se estaba haciendo en series de otros lugares. Movistar tuvo la visión y la apuesta de hacer series enfocadas a un determinado target de público, no tenemos que gustarle a toda la familia. Son series con una calidad muy alta y con un nivel concreto de público, no hace falta gustarle a todo el mundo. Eso ha sido el disparo de salida a otras series que han venido y empezamos a ver que somos capaces de hacer series de calidad como se están haciendo en otros lugares.

Otro de tus últimos trabajos, y con huella valenciana, es La mort de Guillem, una obra de no ficción y con gran trasfondo, ¿qué ha supuesto para ti?

Cuando me llamó Rafa Molés me entró tal entusiasmo de poder entrar en un proyecto así… Para mí, siendo de Castelló, ha sido importante participar en algo que forma parte de nuestra historia, que nos toca tan de cerca. Desde esta posición de visibilidad que tiene el cine, poder aportarle a tu tierra… Y en este caso que se hiciera una película de La mort de Guillem me parece que es un regalo porque la visibilidad que tendrá a partir de ahora será otra. No es lo mismo un libro o una obra de teatro que hacer una película; eso de alguna manera marca y crea historia colectiva. Ha sido un proyecto muy especial por el tema. Trabajar con Carlos Marques-Marcet era algo que quería desde hace tiempo porque él es un director muy especial y cómo trabaja con los actores me fascina. Tenía ganas de coincidir con él y ha sido una gozada todo lo que he podido aprender y cómo él se arriesga y busca, parte de no tener las cosas totalmente atadas. La película tiene una sensibilidad muy especial, porque podría haberse quedado enredada en todo lo político, pero trasciende a lo humano y también es muy importante en este caso. Esta familia vivió un caso durísimo y solo puedes acompañar ese dolor, ser conscientes de ello para que no vuelva a pasar y creo que él lo ha hecho acercándose a lo humano. La familia ha sido muy generosa compartiendo su intimidad con nosotros, dejándonos entrar ahí. Sigue siendo doloroso para ellos. Pero eso es lo que la hace tan especial. Tú te preparas un personaje y siempre intentas hacerlo lo más real posible pero no deja de ser ficción, en cambio aquí, al tener unos referentes tan claros y tan reales, coge otra dimensión todo lo que haces.

¿Sigues trabajando en Los Corderos?

Ahora no me da la vida para más, también mi familia se ha ampliado… tampoco tengo mucho tiempo y el tiempo que tengo lo estoy dedicando más al cine y el audiovisual. Quizás es algo que me está tocando vivir ahora y quiero vivirlo. Hubo un momento que con Los Corderos era imposible sobrevivir en este circuito español tan abocado a la extinción de compañías como la nuestra, que hacíamos cosas particulares o más especiales. No es que yo dejara Los Corderos por el cine, sino que Los Corderos paramos nuestra actividad y a raíz de eso pude optar a pruebas de cine y otras cosas. No está muerto, ni mucho menos. Es un proyecto que se transformará en otro momento y tal vez volvamos a sacar alguna pieza cuando volvamos a sentir la necesidad. De hecho vamos a sacer una película de Los Corderos, Ultrainocencia, una película que rodamos hace cuatro años con poco presupuesto, basada en una de nuestras obras.

¿Más proyectos de los que puedas adelantar algo?

Estoy trabajando en una serie, de la que de momento no puedo revelar nada… Se ha estrenado recientemente también L’Ofrena, una producción valenciano-catalana. Es un cine más de autor pero está empezando a moverse. Creo que está muy bien que pasen estas cosas, que la gente se apoye entre comunidades para llevar proyectos adelante. Van saliendo cosas y eso es buena señal, que no nos pare nada.

¿Cuál es tu relación actual con Castelló?

Castelló es mi tierra y es una relación que seguirá siempre viva, nunca dejará de estar ahí. Mis padres siguen viviendo en Castelló, mis amigos de toda la vida, mis hermanos… Ahora, con la vida que llevamos, y teniendo en cuenta la situación de la pandemia en la que no se puede viajar tanto o juntarnos como quisiéramos, no voy a Castelló todo lo que me gustaría pero sí voy siempre que puedo. Voy buscando huecos para ver a la familia y los amigos.

El prolífico artista, apasionado de su profesión, disfruta ahora de la oportunidad que le brinda el mundo audiovisual. Pablo Molinero acumula ya un vasto listado de títulos que vemos en nuestras pantallas y sigue trabajando en otros proyectos que verán la luz próximamente. Sin embargo, no deja de lado su afán por aprender en cada trabajo y aportar su mejor versión.

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